dijous, 10 d’abril del 2014

Proust

Lo primero que, más que llamar mi atención, me impactó cuando llegué a Puebla fue la violencia de los olores. A fuel, a neumático quemado en las calles. A fruta y a carne en los mercados. A incienso y a flor mustia en los templos. Aromas de los años 70 que me sumergieron en un proustiano caos de déjà-vus (o, siendo rigurosos, de “déjà-sentis”).

Particularmente intensa fue mi primera visita al Mercado de Amalucan. Me sentí transportado en el tiempo, como si de una bofetada me hubieran enviado al antiguo Mercado del Guinardó de la mano de mi madre. Y no sólo por los estímulos olfativos, sino por el pack fenoménico completo: los suelos sin acabar, las balanzas mecánicas, la irregular geometría de las callejuelas, los techos de amianto, la ausencia de turistas (¡he comprado los últimos 15 años en el Mercat de la Boquería!), el trato de los dependientes… Ni siquiera la percepción de algún vegetal inusual en Europa (la papaya, el nopal) perturbaba el efecto.

En Amalucan compramos todos los fines de semana, pero no hay visita que no me sumerja en esa nostalgia. Imagino que terminará desapareciendo, si vivo aquí los años suficientes.

Como las calles de Puebla están pésimamente asfaltadas y los poblanos no sienten la absurda y muy europea necesidad de cambiar de coche cada dos años, los mecánicos proliferan como los bares de chinos en Barcelona. En muchos barrios, esa abundancia deriva en la omnipresencia de los aromas propios del taller de reparaciones: aceite, grasa, chapa y goma quemados. No será sano, pero me gusta. En 1974 la Meridiana olía igual.

En los pueblos el viaje en el tiempo es mucho más largo. En Atlixco y en Cuetzalan conocí el aroma del copal, elemento ausente en la odorografía europea, cuya combustión, más que a la infancia, me remonta a la noche de mis tiempos, a reflejos ancestrales y remotos que cuestionan mi propia visión del mundo. La certeza de haber vivido antes de haber nacido no se aviene con mi racionalismo, lo que me impide continuar escribiendo. Dejémoslo, flotando, ahí.

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