divendres, 25 d’abril del 2014

Paraíso



Por lo general despertamos a las seis de la mañana. Preparo el desayuno, reviso el mail, ojeo -sin hache- los diarios online. Cuando Tabatha y Aitana están ya listas y en el coche, suelen ser las siete y media, abro el portón metálico y entonces, todavía en pijama, echo el primer vistazo al cielo y a la calle donde vivimos: Tulipanes 7A, Paraíso Casa Blanca, Puebla.

Paraíso Casa Blanca es una colonia popular de las muchas que se extienden por la periferia poblana. A los taxistas hay que especificarles: más allá de Amalucan, más allá de Chapultepec, por la salida a Tehuacán a la derecha. Según la distancia hasta el centro -unos 35, 40 minutos- vendría a ser como La Bordeta. Pero social y urbanísticamente no hay modo de encontrar similitudes con barrio alguno de Barcelona. Yo, que he vivido en la zona más pija del Raval y en el Born en auge, fashion hasta el desmayo, he ido a parar a la calle que veis en la foto.

Y sin embargo, esta barriada tiene su encanto. Y sus comodidades. No hay casi tráfico. Puedo ir a comprar en ropa de cama a los dos colmaditos cercanos. Ni un ruido por la noche, sólo nuestros gatos y sus pleitos con otros gatos. Sales al jardín y ves un cielo descomunal, con el sol o con la luna. Los vecinos se conocen y se ayudan; los rateros, si son descubiertos, lo tienen crudo. El ayuntamiento no te exige permiso de obras. Me gustan los anuncios electorales pintados en las paredes, las parejas preadolescentes que me miran como si fuese albino, el caos de cables eléctricos. Agarras la bici y es todo casi plano, el azar determina si la siguiente calle estará o no pavimentada. Doblas una esquina y hay vida de verdad: niñas de quince años con sus niñas de uno, con sus mamás de cuarenta y sus abuelas de sesenta rebullendo en los mercadillos, mecánicos y albañiles comprando y llevando acá y allá esto y aquello, o simples chavales en chándal, vagos y aburridos como los nuestros.

Pero ni un guiri. Soy el único europeo de la colonia. El único güerito. Siempre en playera sin mangas y siempre con tenis. La tía de Tabatha habla de mí en la tiendita, “es el marido de mi sobrina, ya se regresó a Puebla, están bien felices”, y le contestan “¡ah, claro, el español!”. Modo ‘ironías de la vida’ on: no me molesta en absoluto que ellos me llamen así. Aquí significa otra cosa, remota, casi exótica, a la que mis vecinos se van acostumbrando al mismo ritmo que yo me acostumbro a llamar la atención.

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